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jueves, 19 de diciembre de 2013

ORIENTACIONES ANTE LAS RABIETAS INFANTILES

Ante las rabietas... mucha serenidad y comprensión

ORIENTACIONES PARA LOS PADRES Y EDUCADORES ANTE LAS RABIETAS INFANTILES


—Anticiparnos para poder evitar situaciones conflictivas.
Todos sabemos que hay lugares más comprometidos que otros (la cola del supermercado, el quiosco de la esquina, etc.). Como adultos, podemos prever estas situaciones y tratar de evitarlas. Si mamá sale con el niño del súper mientras papá paga y recoge la compra (o viceversa) o si evitamos pasar delante de la juguetería, estaremos ahorrándonos disgustos innecesarios. 

—Detectar las señales previas.
Un niño no pasa de cero a cien en un segundo. Antes de que se desencadene el conflicto hay unas señales que nos pueden indicar que nuestro hijo no está de acuerdo con algo y se está enfadando. Si les prestamos atención, seguro que detectamos un pequeño gesto de desagrado o un «no me gusta». 

—Entender sus deseos. Ponernos en su lugar.
Debemos tener muy presente que la forma de comprender la realidad de los niños es muy diferente a la de los adultos. Donde nosotros vemos una habitación desordenada, ellos ven su propio orden, su propia disposición de las cosas. 

—Flexibilidad ¿de verdad no puede ser?
Muy relacionado con el punto anterior. Los padres tenemos que distinguir las cosas que son realmente importantes de las que son más secundarias. Muchas veces, les llenamos la vida de normas y límites que no tienen verdadero sentido práctico y que es fuente de frustración para los pequeños. 
Los niños deben tener y entender unas mínimas normas de seguridad (los cuchillos cortan), convivencia (si grito por la noche, puedo molestar a otros) y respeto a los demás (si le pego a otro, le duele), pero más allá de estos límites mínimos, los niños necesitan margen para experimentar, disfrutar y expandir sus mentes. 

—Favorecer la comunicación. Verbalizar lo que le pasa.
Uno de los ámbitos en el que tenemos que incidir para minimizar las explosiones de enfado de los niños es en la comunicación. Desde muy pequeñitos, podemos potenciar cualquier manera de comunicación (gestos, palabras sencillas). Si nuestro hijo es capaz de expresar cosas como«no me gusta» o «me estoy enfadando», cuando llegue a los 2-3 años, nos será mucho más fácil comprender lo que quiere y poder hablar con él cuando no sea posible concedérselo. Cuanto mejor pueda explicar tu hijo lo que le pasa o lo que le enfada, más fácilmente podréis buscar una solución que satisfaga a todos. 
Háblale con calma, con un tono sereno, explícale los motivos por los que no puede hacer lo que quiere en ese momento: «sé que quieres seguir montando en bicicleta, pero se ha hecho de noche, mamá está muy cansada y tenemos que ir a casa». Además, de esta forma, él se sentirá respetado y aprenderá a tratar con respeto a las demás personas. 

—Ofrecer alternativas si no puede ser.
Hay momentos en los que no podemos complacer a nuestros hijos, no por crearles frustración a propósito, sino porque la vida tiene sus propias limitaciones y no siempre podemos hacer lo que queremos. 
Siempre hay que tener un «plan B». Debemos tener en mente una relación de las actividades y los juegos favoritos de nuestros hijos para poder ofrecerles una alternativa cuando no podamos darle lo que pide. Correr, dar volteretas, cosquillas, etc. En general, cualquier actividad que implique jugar con papá o mamá es mano de santo. Cualquier niño prefiere jugar con sus papás antes que una chuchería. 

—El cansancio es un gran enemigo.
Cuando estamos cansados somos más irascibles; nos pasa a los adultos y, también a los pequeños de la casa. Desde el punto de vista de un niño, existen situaciones muy aburridas o cansadas (comprar en el supermercado o un viaje en coche). Si unimos cansancio y aburrimiento, el conflicto puede surgir en cualquier momento. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tenemos que saber reconocer cuándo están cansados y cuándo es momento de retirarse a descansar.
Los adultos también tenemos momentos de agotamiento en los que nos es más difícil dialogar y estar calmados con nuestros hijos. No temas pedir ayuda, túrnate con tu pareja, busca apoyo en familiares o amigos para no llegar a situaciones de cansancio extremo. 

—Calma, respira. Recuerda que tú eres el adulto.
Hay situaciones muy complicadas que nos pueden llevar al límite de nuestro aguante. En esos momentos, debemos hacer una pausa, respirar profundo varias veces y, si te es posible, pedir un pequeño relevo para recuperar la calma. En caso de conflicto, si nosotros también nos tensamos, entraremos en una espiral de muy difícil solución. 

Recuerda, siempre: debes tener presente que tú eres el adulto y el modelo principal para tus hijos. Tu manera de manejar estas situaciones sentará las bases de la forma cómo ellos resolverán sus conflictos cuando sean adultos. Si han sido tratados con respeto, ellos crecerán más equilibrados, sabrán defenderse y expresar sus opiniones.