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jueves, 19 de diciembre de 2013

ORIENTACIONES ANTE LAS RABIETAS INFANTILES

Ante las rabietas... mucha serenidad y comprensión

ORIENTACIONES PARA LOS PADRES Y EDUCADORES ANTE LAS RABIETAS INFANTILES


—Anticiparnos para poder evitar situaciones conflictivas.
Todos sabemos que hay lugares más comprometidos que otros (la cola del supermercado, el quiosco de la esquina, etc.). Como adultos, podemos prever estas situaciones y tratar de evitarlas. Si mamá sale con el niño del súper mientras papá paga y recoge la compra (o viceversa) o si evitamos pasar delante de la juguetería, estaremos ahorrándonos disgustos innecesarios. 

—Detectar las señales previas.
Un niño no pasa de cero a cien en un segundo. Antes de que se desencadene el conflicto hay unas señales que nos pueden indicar que nuestro hijo no está de acuerdo con algo y se está enfadando. Si les prestamos atención, seguro que detectamos un pequeño gesto de desagrado o un «no me gusta». 

—Entender sus deseos. Ponernos en su lugar.
Debemos tener muy presente que la forma de comprender la realidad de los niños es muy diferente a la de los adultos. Donde nosotros vemos una habitación desordenada, ellos ven su propio orden, su propia disposición de las cosas. 

—Flexibilidad ¿de verdad no puede ser?
Muy relacionado con el punto anterior. Los padres tenemos que distinguir las cosas que son realmente importantes de las que son más secundarias. Muchas veces, les llenamos la vida de normas y límites que no tienen verdadero sentido práctico y que es fuente de frustración para los pequeños. 
Los niños deben tener y entender unas mínimas normas de seguridad (los cuchillos cortan), convivencia (si grito por la noche, puedo molestar a otros) y respeto a los demás (si le pego a otro, le duele), pero más allá de estos límites mínimos, los niños necesitan margen para experimentar, disfrutar y expandir sus mentes. 

—Favorecer la comunicación. Verbalizar lo que le pasa.
Uno de los ámbitos en el que tenemos que incidir para minimizar las explosiones de enfado de los niños es en la comunicación. Desde muy pequeñitos, podemos potenciar cualquier manera de comunicación (gestos, palabras sencillas). Si nuestro hijo es capaz de expresar cosas como«no me gusta» o «me estoy enfadando», cuando llegue a los 2-3 años, nos será mucho más fácil comprender lo que quiere y poder hablar con él cuando no sea posible concedérselo. Cuanto mejor pueda explicar tu hijo lo que le pasa o lo que le enfada, más fácilmente podréis buscar una solución que satisfaga a todos. 
Háblale con calma, con un tono sereno, explícale los motivos por los que no puede hacer lo que quiere en ese momento: «sé que quieres seguir montando en bicicleta, pero se ha hecho de noche, mamá está muy cansada y tenemos que ir a casa». Además, de esta forma, él se sentirá respetado y aprenderá a tratar con respeto a las demás personas. 

—Ofrecer alternativas si no puede ser.
Hay momentos en los que no podemos complacer a nuestros hijos, no por crearles frustración a propósito, sino porque la vida tiene sus propias limitaciones y no siempre podemos hacer lo que queremos. 
Siempre hay que tener un «plan B». Debemos tener en mente una relación de las actividades y los juegos favoritos de nuestros hijos para poder ofrecerles una alternativa cuando no podamos darle lo que pide. Correr, dar volteretas, cosquillas, etc. En general, cualquier actividad que implique jugar con papá o mamá es mano de santo. Cualquier niño prefiere jugar con sus papás antes que una chuchería. 

—El cansancio es un gran enemigo.
Cuando estamos cansados somos más irascibles; nos pasa a los adultos y, también a los pequeños de la casa. Desde el punto de vista de un niño, existen situaciones muy aburridas o cansadas (comprar en el supermercado o un viaje en coche). Si unimos cansancio y aburrimiento, el conflicto puede surgir en cualquier momento. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestros hijos y tenemos que saber reconocer cuándo están cansados y cuándo es momento de retirarse a descansar.
Los adultos también tenemos momentos de agotamiento en los que nos es más difícil dialogar y estar calmados con nuestros hijos. No temas pedir ayuda, túrnate con tu pareja, busca apoyo en familiares o amigos para no llegar a situaciones de cansancio extremo. 

—Calma, respira. Recuerda que tú eres el adulto.
Hay situaciones muy complicadas que nos pueden llevar al límite de nuestro aguante. En esos momentos, debemos hacer una pausa, respirar profundo varias veces y, si te es posible, pedir un pequeño relevo para recuperar la calma. En caso de conflicto, si nosotros también nos tensamos, entraremos en una espiral de muy difícil solución. 

Recuerda, siempre: debes tener presente que tú eres el adulto y el modelo principal para tus hijos. Tu manera de manejar estas situaciones sentará las bases de la forma cómo ellos resolverán sus conflictos cuando sean adultos. Si han sido tratados con respeto, ellos crecerán más equilibrados, sabrán defenderse y expresar sus opiniones. 


martes, 29 de octubre de 2013

ORIENTACIONES SOBRE EL USO DEL CHUPETE

 
El chupete no es un invento reciente. De hecho, existen rastros de su presencia que datan del 1.000 a.C, aunque el primer chupete moderno se patentó en los Estados Unidos en setiembre de 1900. Mucho más simple, tenía la misma forma de los que se conocen hoy: una tetina de goma, un aro alrededor y un asa para sostenerlo. 

El uso del chupete es y ha sido una práctica ampliamente extendida, pero también ha sido una cuestión muy debatida, sobre todo en los últimos años. Su uso ofrece ventajas y también algunos inconvenientes, pero estos inconvenientes pueden evitarse con un uso adecuado.
El uso del chupete se relaciona con una menor incidencia de muerte súbita del lactante y tiene un efecto tranquilizante que puede ser útil al bebé y a los padres en determinados momentos (es un recurso de gran ayuda en niños con cólicos y muy irritables). Su uso interfiere con la lactancia materna cuando ésta no está aún bien instaurada, favorece la aparición de mal oclusiones (deformidades de los dientes y del paladar) si su uso se prolonga, (y si se prolonga más allá de los 36 meses puede repercutir en el crecimiento craneofacial) y constituye un factor de riesgo para las otitis medias de repetición.
La existencia de este artilugio se justifica por la necesidad biológica e instintiva de succionar que poseen todos los bebés, llamada “succión no nutritiva” (SNN), que se manifiesta en la succión de sus dedos, pulgares, puños, biberones y chupetes. Se trata de un reflejo normal que ayuda a la supervivencia y que se inicia cuando el bebé está todavía en el vientre de su madre (de ahí que algunos aparezcan en las ecografías chupándose el pulgar).
Hoy en día, el uso del chupete se encuentra muy arraigado en las sociedades desarrolladas como la nuestra. Tal es su poder, que en inglés se utiliza la palabra pacifier para referirse al chupete, aunque hasta hace bien poco, parecía que este producto que tanto gusta a los bebés –y a sus padres– era culpable de que los pequeños no quisieran tomar pecho, o no el suficiente; de que cogieran una infección de oído detrás de otra, y de que sus bocas fueran carne de ortodoncista, por lo que evitar el chupete se convirtió en una especie de máxima pediátrica. Con el tiempo, sucesivos estudios científicos han ido matizando la mayoría de estas creencias.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Extinguir la conducta de chuparse el dedo

  • HASTA LOS 4 AÑOS DE EDAD:
Es normal que los niños se chupen el dedo antes de los 4 años de edad y en general no se debe prestar atención a esto, sobre todo cuando el niño está cansado, enfermo o nervioso. Hay que ayudarle a superar las situaciones que lo ponen nervioso.

No obstante, si el niño tiene más de un año de edad y se chupa el dedo porque está aburrido, sería conveniente distraerlo dándole. algo para hacer con las manos sin mencionar su inquietud porque se chupa el dedo.

De vez en cuando es bueno elogiarle por no chupar el dedo. Hasta que su hijo sea suficientemente mayor para poder razonar con él, cualquier presión de parte de los padres que se efectúe para que deje de chuparse el dedo sólo producirá resistencia y falta de colaboración.

La acción de chuparse el dedo expresa la capacidad del niño para autosatisfacerse en el nivel sensorial, para calmarse.
El chuparse el dedo es un comportamiento normal en los niños. La acción proporciona tranquilidad y confianza. Después de la edad de tres o cuatro años, es importante que el niño deje de succionar el pulgar, debido a que la succión puede causar deformaciones significativas orales e irreversible. Este hábito con frecuencia es difícil de eliminar y requiere mucha paciencia y habilidad por parte de los padres.
Distráigalo o no preste atención cuando chupe dedo
Es normal que los niños se chupen el dedo antes de los 4 años de edad, por lo que no debe prestarle atención, sobre todo cuando el niño está cansado, enfermo o nervioso; para ello; puede ayudarle a superar las situaciones que lo ponen nervioso, si está aburrido, trate de distraerlo déle algo para hacer con las manos sin mencionar su inquietud, de vez en cuando elógielo por no chuparse el dedo.
Cuando su hijo sea más grande, podrá razonar con él, por lo que no olvide que cualquier presión de su parte para que deje de chupar dedo sólo producirá resistencia y falta de colaboración.

Algunas sugerencias para dejar el hábito:
1. Usted debería ser capaz de explicar por qué debe dejar de chuparse el dedo, este paso es importante para que el niño entienda las posibles consecuencias de continuar chupándose el dedo pulgar. Explíqueselo con palabras sencillas.
2. Involucre a su hijo mediante la creación de un programa de incentivos (“- Si no te chupas el dedo conseguirás esto.”) que le ayude a detener la conducta: por ejemplo, un calendario en el que se señalen los días que se ha chupado el dedo o y los dias en que no lo ha hecho. Cuando no haga la conducta utilice una recompensa apropiada. El objetivo es encontrar una manera divertida con la que ayudar al niño a erradicar la conducta. Creer que sólo con gritos o castigos vamos a erradicar este hábito es erróneo.
3. Esté atento a los momentos en los que el niño está solo; es más probable que se chupe el dedo. Intervenga facilitando la realización de actividades como dibujo, pintura, rimas, etc.
4. También se puede poner cinta adhesiva en el pulgar, un guante o un barniz amargo, pero hay que explicarle por qué le puso cinta adhesiva o un guante. Deberá asegurarse de que entiende que no es un castigo. Dígale que esto es para ayudarle. Para hacerlo más divertido, se puede elegir la cinta adhesiva con pequeños personajes.
5. Ármese de paciencia y observe de forma amplia el carácter y el ambiente con el que interacciona el niño (familia y escuela). Esté atento a las características de su entorno que puedan favorcer está conducta (ambientes y situaciones estresantes).
Qué deben saber los padres:

- El acto de chuparse el dedo, es una conducta que le proporciona al niño seguridad y tranquilidad.
El pecho de la madre, el biberón y el chupete han sido los encargados desde pequeños de satisfacer estas necesidades; por lo que puede que el niño, una vez retirados estos elementos, continué buscando esa sensación placentera en otros estímulos orales, como por ejemplo: su dedo pulgar.
- Es muy frecuente que la conducta de chuparse el dedo esté asociada a otro movimiento con la otra mano, por ejemplo, tocarse la oreja, el pelo, hacer bolitas, tocarse el ombligo, etc
- Otras causas que pueden dar explicación a esta conducta, son:
  • Comportamiento regresivos (nacimiento de un hermano, cambios de domicilio, separación de los padres…)
  • Proporciona seguridad
  • Producido por el aburrimiento
  • Como respuesta a situaciones de ansiedad, inseguridad, angustia…

Consecuencias de chuparse el dedo

Chuparse el dedo puede provocar deformaciones: en el dedo pulgar ocasionando callos y heridas dolorosas, también en encías, dientes y paladar. Esto puede provocar alteraciones en el lenguaje, concretamente dislalias (alteración en la articulación de los fonemas).

¿Qué podemos hacer los padres?

La actitud de los padres es muy importante. Pensad que el problema no es sólo de vuestro hijo sino de los tres. No se arreglará el problema sacándole el dedo de la boca ni diciéndole repetida y monótonamente "deja de chuparte el dedo, pareces un bebé". No lo ridiculices nunca ni le quites mérito. Le cuesta mucho abandonar un hábito que le da seguridad y bienestar. Piensa como él y ponte en su situación.

Valora y motiva cualquier pequeña colaboración por su parte con halagos…. Para los pequeños, visualizar sus éxitos, les es de gran ayuda. Para ello podéis fabricar con vuestro hijo un calendario semanal, en el que anotar utilizando: dibujos, estrellas, coronas… los logros conseguidos cada día. Establece previamente con tu hijo qué recompensa obtendrá si consigue controlar su conducta (poco a poco, primero dos veces al día, luego tres…).Algunas de las recompensa que podéis utilizar son: ir a casa de un amigo, al cine, a casa de los abuelos, un ratito más de juego, etc, evitando así las recompensas materiales que pueden terminar siendo un chantaje.

Por ejemplo: Durante dos semanas vas a controlar exclusivamente esta conducta mientras come. Pega o dibuja un sol los días que lo hace correctamente y no le recompenses con ningún dibujo los días que no lo ha conseguido. Al cabo de los días estipulados puedes canjear sus puntos por el premio establecido
Aunque se chupen el dedo en casa no es frecuente que también lo hagan en el colegio. En el caso de que esto ocurra, explica en el colegio qué sistema sigues de recompensa en casa. Así ellos podrán ser consecuentes con tus objetivos y continuar con la misma metodología. En ningún caso debe ser ridiculizado delante de los demás niños, tanto dentro como fuera del colegio.
  • DESPUÉS DE LOS 5 AÑOS DE EDAD:
Ayúdele a su hijo a dejar de chupar dedo durante el día
Los niños de 5 años de edad ya puede razonar y están en una etapa de desarrollo en la que pueden cooperar con los padres y tratar de superar el mal hábito, para ello es bueno que comprendan la relación entre causa y efecto, la capacidad para distinguir el bien del mal, y la habilidad de practicar cierto control de sí mismo.
Si su hijo está de acuerdo con dejar de chupar dedo, el próximo paso es planificar la actuación a partir de un programa de refuerzo, teniendo en cuenta: que los niños pueden frustrarse con facilidad y querer dejar de intentarlo rápidamente, la ayuda de los padres es fundamental para el éxito por lo que deberán estar a su disposición durante los primeros días difíciles para distraerlo del hábito de chupar, planeando para ello actividades para mantenerle las manos ocupadas, como por ejemplo: dibujar, hacer artes manuales, rompecabezas y juegos(si las manos están ocupadas no se las pondrá en la boca), también podemos buscarnos maneras de recordárselo, como: colocando una cinta en el pulgar… Elogie a su hijo cuando note que no está chupando dedo en situaciones en que antes lo hacía. Esto servirá para aumentarle la confianza en si mismo.

Cuando un niño se chupa el pulgar los padres se alarman y se preocupan por hacer desaparecer esa “manía”, sin pararse a pensar el efecto reconfortante que tiene para el niño ese acto.
Esta preocupación e interés por parte de los padres por acabar con esa manía, les conduce a abusar de los castigos llegando así a situaciones desagradables para los padres y para los niños, a la vez de conseguir pocas mejoras, por lo que es este boletín os proponemos: entender el hábito de chuparse el dedo y orientaciones para su posible solución. Las orientaciones que se proponen, se plantean desde el refuerzo positivo, es un trabajo conjunto entre padres e hijos, que requerirá de mucho esfuerzo, dedicación, paciencia etc pues supone desaprender un hábito.

Después de los 5 años de edad, ayude a su hijo a dejar de chuparse dedo durante el día:

1. La mayoría de los niños de 5 años de edad ya puede razonar y están en una etapa de desarrollo en la que pueden cooperar con los padres y tratar de superar un mal hábito. Deben poder comprender la relación entre causa y efecto, la capacidad para distinguir el bien del mal y la habilidad de practicar cierto control de sí mismo y poder negarse ciertas cosas.
2. Primero, trate de convencerlo para que deje de chuparse el dedo, mostrándole cómo se le pueden estropear los dientes y afectar otras partes del cuerpo. Háblele sobre los aspectos no saludables de colocarse el pulgar lleno de gérmenes o sucio en la boca. Hay que apelar a su orgullo. A esa altura la mayoría de los niños estarán de acuerdo en que les gustaría dejar de chuparse el dedo.
3. Si el niño dice que está de acuerdo con dejar de chuparse el dedo, el próximo paso es planificar cuidadosamente su abandono. Para ayudarles a que tengan éxito, los padres deberían estar a su disposición durante los primeros días difíciles para distraerlo del hábito de chupar, planeando actividades para mantenerle las manos ocupadas, como por ejemplo dibujar, hacer artes manuales, rompecabezas y juegos.
4. Puesto que la mayoría de los niños que tienen el hábito de chuparse el dedo no se dan cuenta de lo que están haciendo, es importante que haya alguna manera de recordárselo, colocando algo sobre el pulgar. Las tiritas con personajes infantiles son útiles durante el día, pero los niños por lo general necesitan ayuda para colocárselas en la parte superior del pulgar. Sin embargo, es importante que el niño use las tiritas porque quiere y no porque sus padres lo obligan. Preséntele este recordatorio como si fuera un ayudante especial para saber cuándo el pulgar se le quiere mete a la boca sin que él se dé cuenta. Limite la cantidad de tiempo que el niño ve televisión durante las primeras semanas y evite otras situaciones que estimulen el hábito de chupar.
5. Los niños mayores también podrán querer una actividad para controlar la urgencia que sienten por chuparse el dedo. Puede sugerirle que haga algo distinto con el pulgar, como por ejemplo colocarlo dentro del puño cerrado durante 10 segundos o girar los pulgares, uno alrededor del otro. Aunque lo mejor es que el niño se acuerde solo, a veces es útil que los padres se lo recuerden al niño, siempre y cuando él esté de acuerdo. Pregúntele si está bien que se lo recuerden cuando él se olvide. Hágalo con delicadeza, con comentarios como "¿Sabes qué?", y poniendo el brazo sobre el hombro del niño para que se acuerde que está chupando dedo de nuevo.

Al mismo tiempo, ayude a su hijo a que deje de chupar dedo de noche:

6. La mayoría de los niños dependen mucho de chuparse el dedo para relajarse y dormirse por la noche y durante la siesta. Este hábito al dormir es la parte más fuerte del comportamiento y la que lleva más tiempo en eliminar. Es importante tratar de superar el problema de noche, al mismo tiempo que se lo trata de superar de día, para reducir la frustración y aumentar la probabilidad de éxito.
7. Los padres, por la noche, puede decir al niño que chupar el dedo para dormirse no es su culpa, porque "ese pulgar se te mete en la boca sin que te des cuenta, porque estás dormido." Necesitará un buen recordatorio, como por ejemplo algo que le cubra toda la mano. Ponerle una media larga de algodón sobre la mano es lo más efectivo. Otra posibilidad es un guante o un títere de mano. Ayúdele a tomar este recordatorio como una manera inteligente y divertida de ayudarle, y no como un castigo. Es importante que los padres recuerden que ellos no pueden eliminar el hábito por el niño. El hábito es del niño, y éste debe cooperar voluntariamente.

Incentivos:

8. Elogie a su hijo cuando note que no está chupando dedo en situaciones en que antes lo hacía. Esto servirá para aumentarle la confianza en sí mismo. Póngale una estrella en su cuadro o déle una recompensa (como una golosina o un cuento más por la noche) al finalizar el día o en un tramo concreto de tiempo si no se chupó el dedo.

Si todas estas pautas no sirven, se debe acudir a un psicólogo, debido a que si se prolonga el hábito pueden surgir problemas de malposición dental.

Es muy importante que no se hagan comentarios negativos o de burla delante del niño referidos a este problema. Todo lo que se haga se debe enfocar de forma positiva y no forzando las situaciones.


Tomado de diversas Fuentes: J.Valverde / EAT Nalvalmoral / EOEE-AT-Jaén

miércoles, 19 de junio de 2013

¿Cuál es la mejor edad para llevar a tu hijo a la guardería?

Los pediatras aconsejan que sea a partir de los dos años


A muchos padres no les queda más remedio que acudir a las guarderías para que les echen una mano con la crianza de sus hijos mientras ellos trabajan. Otros, los menos, pueden elegir. En cualquier caso, existe una serie de recomendaciones que conviene conocer antes de tomar esta decisión. Y han sido los pediatras (reunidos en el 62º Congreso Nacional de Pediatría) quienes han lanzado una serie de consejos que tener en cuenta cuando llegue este importante momento. Ellos consideran que «cuanto mayor sea el pequeño mejor tolerará la incorporación y asistencia desde todos los puntos de vista».

Preparar el sistema inmune


La edad también es un factor determinante para preparar el sistema inmunológico frente a los constantes focos de infección que se generan en las escuelas infantiles. Según diversos estudios, los niños que acuden a guarderías sufren más enfermedades que los menores que se quedan en casa. «Se calcula que, de media, un niño que va a la guardería tendrá alrededor de 10 procesos febriles al año, casi uno al mes», dice el doctor Jordi Pou, coordinador del Comité de seguridad y Lesiones Infantiles de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Los virus campan a sus anchas por las aulas de los más pequeños. El rinoviurs, responsable del catarro común, es el más frecuente. «Y se propagan con facilidad a través de la saliva que se elimina al toser, por los juguetes y objetos que manipulan» los niños, explica el doctor Antonio Jurado.
El aumento de infecciones en las guarderías es evidente, lo que da pie a un desarrollo precoz del sistema inmunológico. «Se estima que en los primeros cuatro años de vida el niño padece unas 100 infecciones víricas que, sin embargo, fortalecen sus defensas. Aun así, cuanto más tarde se incorporen a la guardería, mayor tolerancia a los virus tendrá el menor. El riesgo de una bronquiolitis no es el mismo en un lactante de dos meses que en un niño de dos años», recomienda el doctor Jurado.

Mayor capacidad de adaptación

Los niños que acuden a centros preescolares muestran mayor capacidad de adaptacióny socializaciónen el inicio de la escolarización, según estiman los pediatras. El doctor Jurado dice que «para un niño de dos años y medio puede ser positivo acudir a uno de estos centros para que, al llegar la escolarización obligatoria, tenga superado el ‘trauma’ de separarse de la madre y tenga más facilidad para relacionarse con sus compañeros y sentirse menos aislado ante la nueva situación».
Sin embargo no todos están de acuerdo. «La capacidad de socialización depende de cada niño y del entorno en el que se haya desarrollado, ya que un menor que no haya ido a la guardería, pero que se haya criado con hermanos o primos no presentará diferencias psicosociales relevantes», dice Jordi Pou.

El cuidador

Desde el punto de vista cognitivo, los expertos sostienen que las aptitudes de los menores no se ven especialmente afectadas por el hecho de asistir o no a un centro infantil, ya que su comportamiento en los primeros años se ve favorecido principalmente por una sola persona: su madre o quien le sustituya en los cuidados.

Decálogo para escoger escuela infantil

miércoles, 5 de junio de 2013

LAS PRIMERAS SEMANAS DE VIDA DEL BEBÉ / CURSOS ON-LINE PARA PADRES PRIMERIZOS


Todo lo que un padre primerizo debe saber para sobrevivir los primeros días del bebé
A los padres primerizos les asaltan una y mil dudas durante el primer mes de vida de su bebe. Cuantas veces habremos oído decir: ¿por que no vendrán con manual de instrucciones? ... Ahora es posible gracias al curso online que ofrece www.mecenium.com, que cuenta con los consejos del doctor Juan Casado Flores, jefe de Pediatría del Hospital Niño Jesús y autor del curso «El primer mes de vida del bebe». En él los padres primeros pueden conocer de mano de este experto cómo va a ser el parto, lo que harán con el bebé nada más nacer, y recomendaciones como esta:  
 «No permitas que nadie hable alto o moleste al bebé. Contrariamente a lo que antes se pensaba, los recién nacidos son capaces de oír, de ver y de sentir». 

En este curso, el doctor Juan Casado también previene a padres primerizos para que no se asusten si su bebe estornuda, ya que no es un síntoma de resfriado, sino un método natural de limpieza de las fosas nasales, si el pequeño regurgita sin fuerza, porque es totalmente normal, o si aparece el hipo al final de la toma, ya que es señal de plenitud, desaparece, y no necesita tratamiento. Asimismo tranquiliza a los padres novatos sobre el adelgazamiento en los primeros días de vida (de un 8 a un 10 por ciento del tercer al quinto día). 

«Lo normal es que un niño que pese tres kilos al nacer pierda un máximo de 300 gramos, que recuperará antes del décimo día». Tampoco hay que asustarse, continua, si el color de la piel y el blanco de los ojos del bebe es ser amarillo al nacer. «Esto se conoce como ictericia y suele desaparecer tras la primera semana de vida».

 

Otras falsas alarmas:

El jefe de pediatría del Hospital Niño Jesús advierte también de que no pasa nada si el papá o la mamá primerizos detectan manchas moradas o violáceas en la espalda de su bebe. «Pueden tardar semanas, meses y a veces más de un año en desaparecer». Tampoco es preocupante, prosigue, si aparecen angiomas o manchas rojas en la nuca de tu bebe. «Se producen por un mayor crecimiento de venitas o capilares sanguíneos y desaparecen espontáneamente». O si el niño presenta al nacer hemorragias en la parte blanca de los ojos. «Se producen en el momento del parto y el organismo reabsorbe la sangre sin necesidad de tratamiento», añade Casado.

Por último, entre las recomendaciones que hace este especialista en el curso de www.mecenium.com, destaca la referida a la temperatura del neonato, motivo de disputa entre muchas parejas. «Durante la primera semana, los recién nacidos duermen casi todo el día. Sólo se despiertan para comer o porque algo les impide descansar. La temperatura del bebe oscila entre 36 y 37 grados. Cuando es baja, significa que esta poco abrigado. Si es mayor de 37'5 puede estar demasiado abrigado o tener una infección», concluye este experto.

 

Los cursos de www.mecenium.com

 

lunes, 3 de junio de 2013

CONSEJOS PARA LA RETIRADA DEL CHUPETE



                         A continuación los 8 consejos que nos da la 
especialista en Audición y lenguaje 
(Paqui Herrero) para retirar el chupete: 

1º- La edad ideal para retirar activa y definitivamente 
el chupete es hacia los 2,5 años. 
Previamente, ya en la segunda mitad del primer año se 
debe comenzar a limitar progresivamente su uso. En el
segundo año conviene tener restringido el recurso al chupete
a sólo algunas situaciones, como cuando se vaya a la cama
o en situación de mucha tensión emocional.


2º - No esta demostrado que resulte mejor una retirada 
paulatina o una brusca.


3º - Nunca recurra a castigos o medidas humillantes para forzar a su hijo a abandonar el hábito del chupete.


Reprender a un niño mayorcito por usar el chupete, dificulta su retirada definitiva. Alabe a su niño cuando logre dejarlo definitivamente. Festéjelo y muéstrenle el orgullo que nos produce el que vaya haciéndose mayorcito. Recuerde, utilice siempre estos refuerzos positivos. 

4º- Procure hacer participe a su hijo en la decisión de abandonar el chupete. 
Intente involucrarlo ofreciéndole, por ejemplo, que elija entre diferentes posibilidades, manifestándonos sus preferencias. Se le puede plantear para que elija entre tirarlo a la basura, enviarlo a la casa de los abuelitos, dejarlo una noche bajo la cama para que lo coja el ratoncito Pérez, implicar a algún familiar (por ejemplo el padrino), para que le proponga un trueque y se lo canjee por algún juguete o regalito etc. (¡Use su imaginación!). 

5º- Como hemos explicado anteriormente, en los niños mayorcitos, muchas veces funciona muy bien que el pediatra o dentista le explique lo que le puede pasar a su boca, y lo “ fea “ que se le puede quedar, si se sigue usando mucho tiempo el chupete. 

6º- Permítale que exprese sus sentimientos y preocupaciones en las situaciones en que más suele recurrir al chupete. 
Estén especialmente atentos cuando parezca enfadado o preocupado por algo. Préstenle mucha atención y procuren proporcionarles consuelo y cariño. 

7º- Si tras conseguir que abandone el chupete, su hijo vuelve a acordarse de él en los días siguientes y lo pide de nuevo (cosa que probablemente ocurra). Sea firme. Recuérdele que ya no hay chupete, y que el ya ha crecido y no usa esas cosas. 

8º- Cuando pretendamos conseguir que un niño mayorcito deje de usar el chupete, hay que intentar averiguar porque puede estar necesitando usarlo. 
Hay que intentar averiguar si existen situaciones que lo tengan preocupado o acontecimientos del entorno que le supongan una tensión emocional. No tendremos éxito si intentamos quitar el chupete sin ayudarle con estos problemas para los cuales el niño se esta refugiando en el hábito, tranquilizador para él, del uso del chupete. Intente averiguar a que preocupaciones está enfrentándose. Algunos niños recurren al hábito de chupeteo para, simplemente, reclamar atención.

Paqui Herrero Márquez
M Especialista Audición y Lenguaje

lunes, 6 de mayo de 2013

Ocho claves para educar sin agresividad


Qué hacer cuando tu hijo pega o le pegan
Un pellizco, una patada, un mordisco, una bofetada, escupir... los niños reaccionan con estas conductas agresivas en muchas ocasiones. A veces se les escapan estos gestos de forma accidental y otras de forma sistemática. En el entorno del niño, en el colegio, el parque, en reuniones familiares... existen muchas situaciones donde aparecen estos comportamientos: nuestro hijo pega cuando un amiguito le quita un juguete; o pega a los padres cuando no responden a sus deseos o le privan de algo que quiere; o le pega a él un compañero de clase porque quiere sus pinturas y no se las deja... Saber reaccionar ante ello es responsabilidad de los padres para erradicar y frenar este tipo de comportamientos. Dos expertos, Jorge Casesmeiro, director de Psicopaidos y asesor del Colegio de Pedagogos de Madrid, y Josep Miquel Menal, psicopedagogo y director de Isep Clínic Lérida, ofrecen sus opiniones para poder controlar estas situaciones y que no vayan a más.

 

Los más pequeños


«Con dos, tres o cuatro años el niño pega como un recurso que ha aprendido de forma involuntaria de los amigos o de los propios padres», afirma Miquel Mena. El pequeño entiende que ese gesto agresivo le reporta unos beneficios, es decir cree que pegando va a conseguir lo que quiere. «Si quiere el juguete de otro niño y comprueba que pegándole lo consigue, lo seguirá haciendo; si quiere captar la atención de los padres y constata que si les pega la tiene, aunque sea en forma de reprimenda, lo seguirá haciendo; si los padres le animan a responder pegando cuando otros le pegan, lo seguirá haciendo», asegura el psicopedagogo.

Para frenar esta actitud Miquel Mena recomienda «suprimir las consecuencias positivas» que se derivan del acto de pegar. «Si quiere el juguete de otro niño y le pega, evitaremos que lo consiga, le podemos decir que espere su turno o que nos lo pida a los padres; si nos pega a los padres, desviaremos su atención o responderemos con caricias y mimos. Si comprueba que llamándonos o enseñándonos sus juguetes obtiene una mayor respuesta y más positiva que pegándonos, dejará de hacerlo; si otros niños le pegan, le diremos que es una conducta incorrecta e intentaremos razonar con ellos o alejarlos de la situación».
Las rabietas, escupir, dar patadas o un mordisco son conductas explosivas del niño que suelen desaparecer a partir de los cuatro años y medio. «A esa edad los pequeños ya prefieren pedir ayuda a un adulto para resolver sus conflictos antes que pelearse», afirma Jorge Casesmeiro. En cualquier caso, Casesmeiro aconseja que los padres deben gestionar la agresividad infantil «sin agresividad ni ansiedad, deben ser capaces de contextualizarla y de intentar comprender sus causas para reaccionar con inteligencia educativa». Si a partir de los cuatro años y medio, el niño sigue lanzando mordiscos y arañazos con frecuencia es conveniente consultar a un profesional.

Cuando van creciendo


En edades más avanzadas, pegar puede ser «una válvula de escape para canalizar la ira acumulada ante una frustración que el niño no sabe resolver», dice Miquel Mena. Entonces «la opción es actuar sobre las consecuencias erradicándolas de forma positiva» o desviando su atención. 

En la adolescencia también se pueden dar conductas agresivas cuando los chicos perciben situaciones que creen que van a ser permanentes y sienten que no disponen de recursos para cambiarlas. Por ejemplo, cuando piensan. «nunca seré capaz de aprobar», «nunca acabaré de estudiar», «nunca encontraré trabajo»... En este caso, hay que identificar el origen de esa frustración y dotarle de recursos para afrontarlo.

Ocho claves para educar sin agresividad:

 


Ser constantes con una serie de pautas desde la más tierna infancia ayuda a prevenir conductas agresivas en los niños. Y también saber reaccionar ante determinadas situaciones cuando los pequeños se dejan llevar por sus impulsos y pegan a otros o les pegan a ellos. Miquel Mena y Jorge Casesmeiro ofrecen estos consejos a los padres:
—Los niños hacen lo que ven. Por eso, los padres deben dar ejemplo y no pegar ante sus provocaciones, frustaciones... Si los padres pegan al niño, él incorporará estos gestos agresivos a sus recursos de supervivencia.
—Formas de reprimir su conducta agresiva: hacerles entender que causan daño. Para ello podemos utilizar como recursos muecas de dolor o enfado. También la técnica de «tiempo fuera» funciona, castigando al niño en un rincón durante tantos minutos como años de edad tenga. Otra manera es identificar conductas positivas que le aporten los mismos resultados que las agresivas y reforzarlas mediante recompensas.
—Ambos progenitores deben aplicar las mismas técnicas.
Cuando pegan a nuestro hijo en el parque, en el patio del colegio, en clase... tampoco hay que ceder. Es decir, si otro niño pega al nuestro porque quiere su juguete o su columpio, no hay que concedérselo. Si lo hacemos estamos enviando a los dos niños el mensaje de que pegando consiguen lo que quieren. Hay que hablar con los padres de ese niño, y según su receptividad y reacción, reprimir al que ha pegado primero.
Nunca responder que devuelva la agresión o que aprenda a defenderse, pues es abandonarle a la ley del más fuerte e incitarle a la violencia.
—Si dos niños se pelean deben ser separados inmediatamente, con firmeza y determinación, pero sin brusquedad. Hay que buscar el origen de ese conflicto.
La presencia de un adulto marca límites. Lo ideal es que los padres ayuden a los niños a comunicarse, que medien para que sean los niños quienes resuelvan el conflicto. Siempre con imparcialidad. Si una de las partes tiene razón hay que dársela. Hay que buscar soluciones justas, pero no culpabilidad ni humillar al otro.
Antes de poner límites al hijo de otro, se debe intentar hablar con los padres, abuelos o cuidadores. De todas formas, siempre podemos separar, impedir una nueva agresión o decir «esto no».
—Cuando es nuestro hijo el que ha pegado de forma accidental o intencionada es necesario disculparse. Es un aprendizaje que puede empezar desde muy temprana edad. El agredido debe ser atendido, pero cuidado con reforzar en él una imagen de vulnerabilidad que le lleve a identificarse con el papel de víctima.
—Las peleas entre hermanos forman parte de un ritual de crecimiento y de exploración de las propias fuerzas y límites, es también una rivalidad natural por el espacio vital, por el reconocimiento de los padres... Los hermanos se pelean con una «agresividad controlada». No obstante, hay que reaccionar: separar, buscar causas, mostrar consecuencias y tender puentes.
Debemos intentar ser equitativos tanto en reprimendas como en elogios, escuchar a ambas partes y otorgar mayor credicbilidad a la parte que se lo merezca. Los celos suelen ser uno de los motivos principales de las peleas entre familiares. Téngalo en cuenta.
—Los profesores y otros adultos del entorno del niño también pueden intervenir conjuntamente con los padres para corregir estos actos agresivos, consensuando actuaciones y averiguando cómo reacciona, según la opinión de Miquel Mena. Casesmeiro, por su parte, cree que «si nuestro hijo está involucrado en una pelea, no debemos delegar en otros adultos la resolución. Si intervenimos, hagámoslo de manera que nuestra participación aporte serenidad y madurez, que sea colaboradora y un modelo a seguir para los niños y para los otros adultos».
 M. j. P.B. Madrid- ABC/EDUCACIÓN

lunes, 29 de abril de 2013

Las lesiones cerebrales en los niños prematuros pueden ser reversibles


Las lesiones cerebrales en los niños prematuros pueden ser reversibles
Desarrollo del córtex cerebral en un niño prematuro y en uno a término. SCIENCE

Dos nuevos estudios que se publican en Science of Traslational Medicine arrojan más luz sobre por qué los niños prematuros son más propensos a desarrollar problemas cognitivos, de aprendizaje y atención que los nacidos a término. De acuerdo con ambas investigaciones, en teoría, podría ser posible estimular el crecimiento de un bebé y «persuadir» a las neuronas para que se desarrollen de forma completa para así prevenir o revertir, al menos parcialmente, las discapacidades cognitivas y de aprendizaje experimentadas por algunos niños prematuros durante su vida.

En el primer trabajo, el equipo de Stephen Back, de la Oregon Health & Science University en Portland (EE.UU.) examinaron los cerebros de fetos de corderos que había sufrido isquemia -bajo flujo sanguíneo al cerebro-. La falta de flujo sanguíneo al cerebro conlleva una menor cantidad de oxígeno y de nutrientes al tejido cerebral.

Se sabe que los bebés prematuros son especialmente susceptibles a la isquemia porque sus vasos sanguíneos los cerebrales en desarrollo son todavía muy inmaduros. Los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética para analizar el tejido de los cerebros de los animales y así vieron que las neuronas no habían muerto, como hasta ahora se pensaba que ocurría, sino que simplemente habían fallado a la hora de madurar de la forma normal.

Estímulos

Estos hallazgos, explica Back, desafían la noción de que una lesión cerebral en los niños prematuros, así como sus discapacidades cognitivas y de aprendizaje, son permanentes. Además, la publicación de sus resultados, coinciden con los del equipo de Steven Miller, de la University of British Columbia en Vancouver (Canadá), realizados en niños, y apoyan la idea de que las neuronas en el cerebro humano prematuro, de algún modo, se estresan y no se desarrollan, pero no están perdidas de forma permanente.

Miller y su equipo examinaron a 95 bebés prematuros nacidos entre la 24 y 32 semana de gestación -un embarazo a término es de 40 semanas-. Los investigadores analizaron el cerebro de los niños con imágenes de resonancia magnética; además evaluaron su peso, longitud, tamaño de su cabeza y otros factores como la presencia de infecciones o enfermedades serias. Así, descubrieron que el bienestar físico de los bebés en las unidades de cuidado intensivo neonatal afecta a la forma y a la rapidez en la que se desarrollan sus cerebros, específicamente la corteza cerebral.

Sin embargo, a pesar de que esta información sí muestra que un crecimiento pobre está ligado a una maduración neuronal y desarrollo cerebral limitados, los investigadores no han podido clarificar qué aspecto es crítico y determinante en el crecimiento: podría ser, creen, la nutrición, la ausencia de enfermedad, el peso, o una combinación de todos estos factores. Por eso, el paso siguiente es controlar a los bebés prematuros durante los próximos ocho años y continuar monitorizando su desarrollo cerebral con imágenes de resonancia magnética. 

Tomado de ABC/SALUD/2013
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